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A pesar del dolor, crucé la meta

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#SoyCorredora y en el 2014 pude decir que #MiHeroínaSoyYo, aunque antes supe lo que era “amar a Dios entierra ajena”.

Este 2014 me convertí en maratonista aunque mi lado “súper woman” no me dejó 100% satisfecha, pues en los últimos 10 kilómetros (gracias a un dolor en una rodilla) me di cuenta que un poquito más de esfuerzo y cuidados, hubieran servido para hacer un mejor tiempo. Y es que deben saber que en mi cabecita loca se llevan a cabo las luchas más extremas; por un lado, está la parte del “no puedo” que me fue incrustado en mi niñez, y por otro, está la rebeldía que dice: “ah, cómo chingaos no”. Ante ese panorama, el resultado durante el año fueron dudas ¿podré lograrlo?, ¿será que me aceleré y debí esperar hasta el próximo año para ponerme estereto?, ¿será que me estoy consintiendo y sí puedo conseguirlo?

También tengo que decir que las lesiones me han estado siguiendo desde que inicié a correr (tres años atrás), primero llegó la lesión en el tendón de Aquiles, luego la periostitis, y nuevamente el tendón de Aquiles. Aún con dudas, trataba de no quitar el dedo del renglón, ya un año antes tuve que desistir por la periostitis y este año, haría lo necesario para hacerlo incluso hasta escuchar a mi novio para salir de mi zona de confort, y entonces, decidimos entrenar algunos fines de semana en Los Dinamos. Acostumbrada a los terrenos planos, los ascensos en Los Dinamos fueron toda una prueba, pero lo más fuerte fue un mes antes del maratón, cuando un fin de semana estuve a punto de claudicar. En esa semana empecé un programa de Cross Training, que es un programa de fuerza, potencia y acondicionamiento físico extremo, así que para el fin de semana ya había descubierto una serie de músculos que no sabía que existían. Había mucho dolor en piernas, brazos y abdomen, así que para el fin de semana, correr en Los Dinamos fue una tortura.

Aunado a lo anterior, ese fin de semana era el segundo aniversario de la muerte de quien fuera mi figura paterna y con quien empecé a disfrutar de las carreras. Sentí dolor físico y en el alma, sentí que debía desistir, que no era aún el momento para hacer un maratón, que no tenía la fuerza para seguir. Lloré como nunca antes, lloré por el dolor físico, de dolor por la ausencia, de impotencia al sentirme débil, de enojo por estar a punto de decir una vez más que ¡NO PODÍA!, de pena porque mi novio estaba ahí, acompañándome y apoyándome en esta aventura, creyendo en mí. Lloré por no confiar en mí, después del regaño de mi novio y de su abrazo cálido, profundo, amoroso y comprensivo que funcionó como terapia de contención, continuamos el ascenso. Tomé fuerza y continuamos, saqué el dolor de mi alma y aminoró el dolor físico, pero se incrementó mi confianza.

Un mes después, ahí estaba en la mañana, dispuesta a disfrutar cada paso y así fue, disfruté cada uno de los pocos más de 42 kilómetros bajo las condiciones climáticas más interesantes: frío-lluvia-calor. Pasé de los nervios a la euforia, a molestias en una rodilla y llegué a la autoconfianza ¡lo tenía que lograr! Pisé charcos, adoquinado, concreto, lodazales y finalmente el tartán. Mi corazón latía fuerte por la emoción, la piel se me erizaba más a cada paso dentro del Estadio de CU, y cuando crucé la meta, sonreí, no lloré como pensé que sucedería, sonreí mucho a pesar del dolor en la rodilla, ¡lo logré!, #SoyCorredora, #Soy Maratonista y #MiHeroínaSoyYo

 

María Elena Benitez

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