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Corriendo maratones con mi hermano

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Si correr maratones es algo increíble, correr maratones con tu hermano lo hace aún más especial y es una mágica experiencia vivirlo en familia. Corremos desde pequeños, solíamos hacerlo con mis papás cerca de la casa que llamábamos “La Bas”, un sauce llorón hermoso que aún existe y puedo ver cuando paso de regreso a casa. Era un recorrido ida y vuelta de no más de 5 km, no había casas aunque ahora al paso de 20 años está lleno de casas y comercios.

Siempre me ha gustado correr pero no fue hasta principios del año pasado que empecé a inscribirme a carreras, completé la primera de 10k en compañía de mis amigas, curiosamente mi hermano corrió una carrera organizada en su trabajo igual de 10k. Pasado un mes nos inscribimos a nuestra primera carrera juntos de 10 kilómetros en nuestra ciudad y de ahí empezó “el vicio”, a los dos meses me dijo: “me voy a inscribir al Medio Maratón del Día del Padre ¿te animas?” yo le contesté “estás loco”; sin embargo días después por la cosquillita normal de la competencia que se tiene entre hermanos y que no te puedes quedar atrás si te están impulsando, nos inscribímos a la carrera, me preparé y tenía miedo, era más del doble de lo que corría habitualmente pero al entrenar e ir subiendo las distancias descubrí que el sueño era posible y que este deporte tenía algo muy especial, pasaron los días con gran emoción y llegó por fin el gran día, mi primer contacto con la emoción de una distancia larga; niños que estrechan tus manos, personas que te dan dulces, porras, mariachi, emociones; ¿qué me pasó? me enamoré de las distancias.

Al regresar mi hermano me dijo: “voy por el maratón ¿vas?” Y yo lo dudé un poco, es mucho le contesté y él contestó: “ya estás a la mitad es el mejor momento quien sabe si después lo puedas hacer, vamos a la mitad del entrenamiento, si lo dejas es echarte para atrás”, no lo pensé más, días después estábamos inscribiéndonos a lo que sería un parteaguas en mi vida, porque sí, correr un maratón definitivamente te cambia la vida.

Entrené con ganas, con emoción, no corro rápido pero di lo mejor de mí, el objetivo y la imagen que veía en las vueltas eternas al parque donde entreno era cruzar la meta en el estadio de ciudad Universitaria y sí, meses después, lo logramos, nuestro primer maratón, la edición XXXI del Maratón de la Ciudad de México lo habíamos completado en 2013, ¡qué gran fiesta! Aún lo recuerdo como si fuera ayer, la gente apoyando en las calles, las muestras de amor durante todo el recorrido, no me topé con el muro, fui súper feliz, por fin llegué a CU y veo a mi papá en la esquina gritándome por la malla con gran emoción “¡Lo hiciste hija!”, le sonreía, me emocioné y sí, crucé la meta feliz, abracé a mis papás, a mi hermano y a mi cuñada. Claro, al siguiente día no podía ni caminar, qué dolor más rico, bien valió la pena el esfuerzo.

No habíamos ni terminado el primer maratón cuando ya sin saber un día antes nos habíamos inscrito para el Maratón de la Ciudad de México del siguiente año, el del 2014. Faltaría un año para volver a vivir esa emoción, sin embargo, un regalo nos mandó Dios; al día siguiente mi hermano había salido premiado en una rifa para ganar un viaje al Maratón de Dallas para dos personas y él decidió invitarme y quedaban menos de 4 meses para entrenar y lo hicimos, pero un día antes de partir a Dallas suspendieron el evento por causa de una nevada en la Ciudad, ni modo habríamos que esperar hasta agosto del 2014 para el segundo maratón.

Así que pasaron los meses como caricatura, ambos queríamos bajar los tiempos. Corrimos dos medios maratones juntos y por fin llego el día esperado, nos abrazamos, nos deseamos suerte y nos dijimos nos vemos en la meta, ¡qué día más bonito! yo creo muchos recordamos cómo salimos con una lluvia fortísima del Hemiciclo de Juárez hacia CU. Fue difícil correr lloviendo, iba empapada, los tenis y ropa me pesaban, tenía miedo de que me ampollara pero afortunadamente no ocurrió; pasaron las horas y llegué seca a la meta, qué recuerdos más bonitos de la carrera, la lluvia me ayudó a aguantar más, la gente por todas las calles pero hay una historia en particular que viví y que me encanta, por ahí del kilómetro 32 alguien toma mi mano y me pone unas gomitas que decían: “Ánimo campeón”, era un chica que iba corriendo apoyando a los corredores, qué hermoso que alguien sin conocerte te impulse y se tome el tiempo de hacer un recuerdo tan bonito para los que corremos. Pasaron más kilómetros, llegué a Insurgentes, se hizo pesado pero las porras de la gente te motivaban a seguir, ya estaba cerca, quería lograrlo y llegué al Estadio de CU. Esta vez el dolor del cuerpo al día siguiente fue menos, podía subir con menos dificultad las escaleras, esa es mi referencia.

Pocos días después le confirmaron a mi hermano que ya teníamos nuevamente la inscripción para Dallas, así que a entrenar de nuevo, el cuerpo estaba resentido pero había un sueño que cumplir, una historia inconclusa, quedaba poco tiempo así que nos preparamos. Otro medio maratón se atravesó en mi ciudad y me ayudó como entrenamiento para la fecha cercana.

Por fin llegó el día de partir a Dallas, muy emocionados anhelábamos llegar y ahora no lo habían cancelado, no había pronóstico de nevadas lo cual nos daba un gran alivio. Disfrutamos la Expo como si fuera Disneylandia y dimos una buena cena de carbohidratos, nos fuimos a descansar, traté de dormir lo que pude; me pasa que en la noche antes de un maratón no duermo de la emoción, sólo pienso en empezar a correr.

Por fin llegó el día, claro hay que madrugar para estar listos a buena hora en el corral, fuimos mi mamá y yo por mi hermano a su cuarto; estábamos listos para partir a una nueva aventura, mi mamá nos dio la bendición y nos fuimos con una gran sonrisa y yo en particular, iba con la incertidumbre que siempre tengo al iniciar un maratón porque no se sabe qué pueda pasar durante él. Nuevamente nos abrazamos con mi hermano, nos deseamos suerte y nos dijimos nos vemos en la meta, la música a todo lo que daba era una fiesta, “pum” hay luces y el disparo de salida, gritos y alegría de los corredores; así empezamos una nueva historia, pasaron unos 4 kilómetros cuando decidí quitarme los audífonos y disfrutar de todo a mi alrededor; algo curioso en mí ya que siempre corro con música, pero esta vez estaba tan emocionada y tan feliz que no me hizo falta, no quería perderme ningún detalle, había bandas de música por todas partes, gente gritando cosas chuscas, los letreros muy divertidos (“Yo hice el Maratón de Netflix ese cuenta también no?”, “Corre como si te dijeran trotador, Ryan Gosling te espera en la meta”, “Creí habías dicho correrías 2.62 millas”, “Es mucho correr para un plátano”, entre muchos otros); todos esos carteles me hicieron el día, el ambiente navideño era otro aliciente, las casas adornadas, los corredores disfrazados de Santa o de duendes.

Pasamos por un lago simplemente hermoso White Rock Lake. Encontré algunos mexicanos y nos apoyábamos entre sí. Yo llevaba la playera del Maratón de la Ciudad de México del 2013 y una chica me alcanzó y me dijo que también era mexicana y que estudiaba en Dallas, nos acompañamos durante unos 10 kilómetros lo cual a mí me ayudó mucho, curiosamente ella era originaria de mi ciudad, así que teníamos varias cosas en común. Iba más rápido de lo normal, la altura me ayudó, no sentí cansancio, el muro no apareció, yo me sentía bien pero el cuerpo se empezó a quejar, surgieron amenazas de calambre así que bajé el paso y me dije: “lo importante es terminar, no te vayas a tronar, vas bien en tiempo, puedes lograr tu objetivo de terminar en menos de 5 horas, así que me pedí calma”.

Nuevamente la lluvia apareció en el maratón, iba sola y a pesar del diluvio que se soltó cuando me faltaban 5 kilómetros llevaba una sonrisa que no podía quitarme, sí ahí iba la loquita empapada corriendo feliz, solamente yo y algunos otros locos que corríamos entendíamos esa gran alegría, porque los que estaban en los coches se nos quedaban viendo como diciendo “pobrecitos ¿por qué les gustara correr bajo esa lluvia?”; para mí era una bendición, me refrescó y la disfruté. Porras y más porras, letreros y faltando unos 500 metros para concluir me encuentro a mi mamá, ella gritaba, se emocionó, nos abrazamos y me dijo “¡Sí se pudo!”, es una gran bendición que me apoye de esa manera y fue la primera vez que la vi en un recorrido de un maratón, ya que siempre me espera en la meta y me motivó mucho verla y abrazarla antes de llegar a la meta.

Continué sonriente, crucé la meta y no paré, parecía que mis piernas querían seguir corriendo y escuché una voz que me dice: “Ya se acabó”, ¿Cómo? Se pasó como pan caliente, el Maratón lo disfruté cada kilómetro, me detuve. El Director del Maratón de Dallas que estaba ahí para recibir a los maratonistas me estrechó la mano y me dijo: “buen trabajo”. Yo seguí sonriendo y caminando, quería mi medalla y recibir mi capa térmica, algo que también añoraba tener: Me dieron una cerveza, un plátano pero yo sólo quiero agua. Encontré a mi mamá, a mi hermano, cuñada y a mi sobrinito y nos abrazamos, ¡lo logramos hermano! ambos bajamos nuestros tiempos y yo por fin vencí la barrera de las 5 horas en el maratón, algo que se me hacía inimaginable. Habíamos completado nuestro tercer Maratón ¡Qué gran día!, ¡Qué gran bendición!, de esto hace apenas unos 12 días y la emoción no se me pasa, ni la sonrisa desaparece.

Es sorprendente cómo funciona el cuerpo humano porque empieza a crear resistencia y esta vez, al siguiente día el mío no se quejaba, no le dolía nada, parecía que no había corrido un maratón un día anterior, estaba como si nada; bueno no como si nada, nuevamente completar un maratón me hacía más fuerte, me enseñaba que no hay nada imposible, que Dios está conmigo, que los sueños se logran trabajando, que puedo salir corriendo y que la felicidad que encuentro al correr es algo que me da vida.

Sí, #MiHeroínaSoyYo pero no lo pude haber logrado sin mi héroe, mi hermano que me inspiró y me motivó a correr maratones, sin él jamás me habría asomado por este maravilloso mundo de los 42,195 kilómetros, por lo cual le estaré eternamente agradecida, hemos corrido tres y espero que la vida nos permita seguir corriendo más maratones juntos.

Guadalupe García

 

 

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