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Cambiando el chip de mi existencia: Rosy Nava

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Rosy Nava

Empezaré por decir que, a pesar de que puedo comentar que desde que recuerdo practiqué ejercicio con regularidad, no fue si no hasta que me casé que realmente inicié en este deporte hace ya 15 años aunque no con la constancia adecuada.

Mi marido, José González, hombre a quien amo profundamente y le debo literalmente el gusto por este deporte, por su ejemplo y dedicación al mismo; fue la persona que de manera indirecta hizo que me fuera interesando en el tema. Para mi era inconcebible que, trabajando ambos, los fines de semana que, originalmente descansábamos de la rutina de oficina, sonara el despertador antes de las 06:00 am para que él se fuera a correr.

No entendía nada de esto ni la razón por la cual madrugaba tanto, hasta que un día y luego de regresar de haber tomado una clase de spinning, tomé la decisión de correr una pequeña ruta de 3 km cerca de donde vivíamos y, para sorpresa mía, terminé en buen estado y con la emoción de haber concluido la ruta.

A partir de ese momento inició mi travesía a través de los años por comenzar con carreras de distancias cortas, principalmente las de 5 y 10 km. Mis primeras carreras fueron indescriptibles, a mi no me importaba el tiempo en el que las terminaba, el hecho de saber que había acabado y atravesado una meta era razón más que suficiente para motivarme. Esas carreras las hice después de mis embarazos, inicialmente con la intención de perder peso luego de los mismos, pero la falta de información, constancia y disciplina hicieron que no redujera ni un gramo pues nunca terminaba un régimen de alimentación y mucho menos entrenar a conciencia.

Luego de 6 años de casada, nos movimos de ciudad al interior de la república mexicana, en ese momento tenía 34 años y estaba deseosa de iniciar nuevos proyectos, entre ellos, retomar mi interés en la carrera. Luego de haber visto a mi marido en los inicios de nuestro noviazgo y en esos años de matrimonio su compromiso para correr y haber terminado ya para esas fechas bastantes maratones, decidí que una de las cosas que debía realizar antes de morir era correr un maratón completo y que lo haría a la edad de los 35 años, pero por cuestiones de inconstancia y falta de determinación no lo hice a esa edad sino que fue hasta los 38, habiendo tomado la decisión de que no necesitaba llegar a los 40 para llevar a cabo el proyecto y que lo haría en ese momento, en el que me encontraba en perfecta condición de salud, no así de peso, pero eso era irrelevante, la decisión estaba tomada y así sería.
Recuerdo perfectamente que personas cercanas, incluso familia se burlaron y me dijeron que no lo iba a hacer, así que en, picada en mi amor propio (cosa que he de reconocer ahora, no fue el mejor motivo que pude haber tomado para hacerlo), inicié un periodo de entrenamiento de 10 meses previo a la fecha del maratón.
Mi intención era experimentar por mi misma lo que mi marido en muchas ocasiones mencionaba y qué era lo que literalmente una persona deja de ser la misma luego de correr la distancia de los 42 km y atravesar la meta.

La fecha llegó, fue un 21 de septiembre del año 2008 que dieron las 7:00 am, hora en la que inició la carrera. Jamás se me ocurrió repasar la ruta para saber los tramos por donde correría, sin embargo y para mi sorpresa, los 10 meses de entrenamiento anteriores habían dado sus frutos. Llegando al km 30 y consciente de la famosa pared que pasan casi todos los corredores en un momento dado, gratamente me di cuenta que la distancia no me afectaba.
Lamentablemente por mi inexperiencia en el tema de la hidratación y la confianza que tenía en mi resistencia, dejé de hidratarme lo suficiente, y llegando al km 40 tuve que comenzar a caminar, he de confesar que estuve a punto de ya no seguir en ese momento, pero al ver a mi marido alcanzarme, luego de que casi una hora y 45 minutos antes él había pasado la meta, me motivaba y aconsejaba de no renunciar, fue el agua que me faltó durante muchos km atrás, y literalmente, gracias a él llegué y atravesé la meta corriendo con el combustible que me quedaba.

Increíblemente luego de haber obtenido semejante logro, dejé de correr, así como empecé a hacerlo, así se quedo atrás el entrenamiento y obvio, a consecuencia de esa inconstancia la consecuencia inmediata fue empezar a ganar peso de manera paulatina y tener que vivir con un excedente de más de 15 kilos.

No fue si no hasta el año pasado, en noviembre de 2012 que, por una cuestión emocional y familiar decidí que debía haber un cambio en mi vida. Dejé de trabajar para la empresa en la que estaba y que de alguna manera me había absorbido en tiempo, descuidando aún más mi aspecto físico. No fue sino hasta que, subiendo un tramo corto de escaleras que, al terminar sentí que me faltaba el aire de manera impresionante, pensé: no puede ser que hace apenas un par de años atrás fui capaz de terminar de correr una distancia de 42 km y ahora me haya faltado el aire en esto.
Me espanté tanto de mi condición que decidí nuevamente tomar las riendas de mi vida, ya no por una cuestión estética, sino por salud.

En enero de este año empecé a retomar paulatinamente la carrera, aunque no siguiendo un plan en particular, pero para inicios de febrero decidí que mi chip emocional y mental debía de ser reemplazado por otro, y así fue.
Inicié con un plan de entrenamiento, el mismo que seguí años atrás con el compromiso de que confiada en Dios y mi fuerza de voluntad, iba a correr nuevamente este año aquel mismo maratón, pero ya con la experiencia y el conocimiento adecuados de la forma de llevar el entrenamiento. Me sometí a un régimen de alimentación iniciando en un peso de 78.985 kg, considerando que mido sólo 1.50 mts y tenía un sobrepeso por arriba de los 20 kg, pero para no desmotivarme, mi nutrióloga me dijo que mi peso era de 67.500, claro sin decirme en ese momento mi peso real. Fue casi 18 semanas después que me enteré de la realidad del peso con el que inicié.

Al día de hoy y estando por terminar mi semana número 22 de mi entrenamiento de las 32 que son para llegar nuevamente al 22 de septiembre de este año, puedo orgullosamente decir que mi peso actual es de 56,235 kg, que he reducido en conjunto de diferentes áreas del cuerpo más de 150 cm de grasa corporal que es mucho, y que de estar entre las tallas 11 o 13, felizmente y luego de 17 años he vuelto a usar una talla 7.

Soy otra, la carrera ha sido mi escape para poder reencontrarme a mi misma, de darme cuenta que no hay imposibles para el ser humano mientras se tenga vida y salud, que el tercer amor de mi vida luego de mi amado esposo y mis hijos es la carrera, a quien le he de agradecer de por vida haber sido la tabla de salvación para una mujer que naufragaba en una vida vanal y superficial.

La carrera le ha dado un nuevo giro a mi perspectiva como mujer, esposa, madre, hija, hermana y amiga. Definitivamente ha sacado lo mejor de mi, me ha llevado a límites que yo misma nunca pensé que podría superar, pero principalmente que es lo que más agradezco, me ha acercado nuevamente a Dios, de quien me había distanciado por diferentes razones. Cuando corro hay una conexión tal entre los dos que sólo encuentro gozo de poder sentirme viva y no cansarme nunca de agradecerle la oportunidad que me brindó de, literalmente, renacer a una nueva vida, llena de dicha y satisfacciones.

Soy Rosy Nava, orgullosamente mexicana, esposa de un hombre maravilloso al que no me cansaré de amar y agradecer por estar a mi lado motivandome a seguir adelante, madre de dos hermosos hijos, mujer y varón, que me apoyan incondicionalmente, pero principalmente mujer, ahora sí con la certeza de decir que tiene la disciplina, determinación y dedicación que jamás había tenido en sus casi 44 años de vida.

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