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Crónica del Maratón de Tokyo

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Despertador: 6:20 am, desayuno: 7 am, salida del hotel: 8:20 am para descubrir que había llovido y que el frío estaba peor que los días anteriores: licras largas, manga larga, guantes y gorro serían el outfit para este maratón.

Horarios en México: 3:20 pm, 4 pm y 5:20 pm respectivamente, osea, un completo desajuste. Diferentes emociones en lo que troto junto con mi partner rumbo a los corrales de salida, revisamos los números y hasta ese momento nos damos cuenta que nos tocan salidas diferentes. Llego en solitario a mi corral e intento avanzar entre un mundo de corredores para colocarme lo más adelante posible; identifico un mismo olor que en los demás maratones ¡huele a pomadas!. Hace mucho frío y aún faltan unos 10 minutos para el arranque, tiempo suficiente para re pensar la “estrategia”, re pensar si la ropa es la indicada, si llevo miel suficiente, si no olvidé algo.

Estoy en medio de mis pensamientos cuando por fin llega el momento tan esperado de los últimos meses, inicia la ceremonia de arranque del maratón. Para mi sorpresa, todos callados, escuchan en silencio, resulta ser un arranque muy silencioso y es porque así son ellos (los japonenes): son alegres, “buenos” y educados pero silenciosos. Nos empezamos a mover, entre tanto silencio se escuchan las pisadas, los miles de tenis de colores comienzan su largo camino. Arranco congelada pero muy motivada, mis piernas siguen el ritmo de mi emoción, intento enfocarme en la ruta porque aún somos demasiados en tan poco espacio.

Cruzo los primeros kilómetros a paso de 5:20, me sentía confiada y de cierta manera “volaba”; sorprendida continuaba así hasta el km 10 donde ya me preguntaba si no era una insolencia el ritmo que llevaba. Kilómetro 11 y solo porque el destino así lo quiso coincidí con mi partner entre 36 mil corredores, ella ya caminaba, me buscaba para avisarme que se había lesionado: “me lesioné, ya no puedo seguir”; por un momento no supe cómo reaccionar, después de tantos entrenamientos juntas yo sabía a lo que le sabían esas palabras. Para mí, fue como un balde de “agua fría” adicional al frío que ya sentía porque curiosamente siempre es bueno saberte acompañado en la ruta; por un momento dudé en seguir o detenerme para apoyarla y preguntar qué había pasado. La decisión me tomó menos de un segundo: tuve que seguir aunque no fue fácil. Correr es un deporte individual pero hay que saber jugarlo en equipo.

Seguí a paso de 5:20 hasta el km 24, el cual resultó ser un km revelador: del lado izquierdo estaba colocada una pantalla enorme donde ya podíamos ver la premiación de los ganadores, lo cual motivaba y desmotivaba al mismo tiempo, y del lado derecho el km 32, algunos corredores ya presentaban calambres. Rápidamente “escanee” mi cuerpo, venía bien pero las piernas empezaban a presentar síntomas de cansancio, pero de repente mis pantorrillas se “quejaron”, pasaron de ser molestias a un fuerte jalón “te dije que venías muy rápido, aguanta y ajusta a 5:30, aguanta hasta el km 32”.

Así seguí hasta el km 28 cuando sentí el primer síntoma de lactato en los muslos, “no has llegado al km 30 y ya te duelen, ajusta nuevamente a 5:40, ese es tu paso, y así mantente hasta el 32”. El 32 se convirtió en mi obsesión. El km 32 lo pasé en 3 horas exactas pero ya muy esforzada, la gente empezaba a caminar, otros ya estiraban, yo me sentía “golpeada” pero no a ese nivel: “mantente, esfuérzate, son sólo 10 kms más a paso de 6 mins” pero sabía ¡que los peores kilómetros estaban por llegar! La porra japonesa se esfuerza a su manera, leen en mi playera escrito en kanyis la palabra México y me gritan: “Mee chi cooooo”, me caen bien y ya para eso momento los amo, sobre todo cuando dicen “Diiino” también leían mi nombre en kanyis.

Durante varios kms las “chocaba” con ellos, levantaban sus manos y eso me hacía sonreír, la pasábamos bien hasta ese momento. Volteo a ver mi reloj y ya marca 3 horas 20 minutos: un tylenol y una “cucharada sopera” más de miel de abeja, la quinta desde que había empezado y tomado puntualmente cada 40 minutos, así como agua en cada abastecimiento sin saltarme ninguno. Kilómetro 38: mi paso ya era de 6:15 a 6:30 por km, un desastre la insolencia del principio y para colmo 4 puentes antes del km 42, CUATRO PUENTES, ¡cuatro! que intenté tomar con buena actitud pero “la pared” se había hecho presente y ya para ese momento las bajadas duelen más que las subidas, “no pares, esfuérzate, no camines, ya casi”.

No caminar es una política personal, en 4 maratones, 4 medios Ironman y un Ironman nunca he caminado. Penúltima recta, pasó el km 42, sólo faltan 195 metros que sigo sin entender ¡pero hay que recorrerlos, son parte del evento! “Venga, ya llegaste, cruza la meta despacio, levanta los brazos, disfruta, lo lograste, una meta más de maratón” Tiempo total: 4 horas 6 minutos, se me “escaparon” 6 minutos nada más. Ya no importa, ¡la sonrisa y la satisfacción son inevitables! Mi primer Maratón Major de este año: Tokio. Hace 10 años corrí mi primer maratón: Chicago 2004 en 4 horas 36 minutos. Es un hecho de que con experiencia se mejora y ¡solo es cuestión de insistir!

Dinorah Macias Ibarra

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